martes, 13 de julio de 2010

Adiós a Olga Guillot; la expresión del bolero




Si hay algo que siempre agradeceré a mi amigo Miguel Angel Ayala fue el descubrirme a Olga Guillot; una artista que expresaba el bolero como nadie, esa voz suya de contralto, potente, que rasgaba el sonido, que te hacía participe de todo lo que cantaba o mejor dicho de todo lo que interpretaba, que es lo que hacía ella, interpretar el sentimiento.
Nació en Santiago de Cuba en 1925, muy pequeña se mudó a La Habana y allí empezó su carrera junto a su hermana creando el dúo  Hermanitas Guillot,  para luego formar parte del cuarteto Siboney , donde el pianista del grupo, Facundo Rivero, descubre a Olga para hacerla debutar como solista. Como tantos cubanos universales, su oposición al régimen castrista- que llegó a prohibir sus canciones - la obligo a vivir en el exilio : " No volveré a Cuba hasta que sea libre y democrática " repitió tantas veces. Y en ese exilio falleció ayer.
Supongo que le pasará a muchos, a mí me pasa, en esos momentos, en los buenos y en los malos, en los que por un u otro motivo buscas la música como escape o deleite, en tantas de esas ocasiones busqué a Olga Guillot  como compañía, y lo seguiré haciendo.
Muchas son sus canciones en una carrera llena de  éxitos:  "Miénteme", "Me muero, me muero", "Lo prohibido", "Voy"  bolero compuesto para su voz...  pero si tengo que elegir una, para mí, es su magnifica interpretación de  " Puro teatro ".



      Hasta siempre

Nota: No puedo subir la música por algo que hago mal y que no se que es ( seguiré trabajando en ello), pero recomiendo buscar y escuchar esa interpretación de Puro teatro, es maravillosa.

domingo, 11 de julio de 2010

domingo, 4 de julio de 2010

De oda en oda y " me odo porque me toca ". Esta vez al asfalto.


Me casé con un pateador nato, un hombre al que en el caminar le va la vida, y me he pasado a su lado con pasos apurados y a saltos  la mitad de la mía, o más.
Cada zancada suya vendrá  a  ser unos tres pasitos míos si quiero ir a su vera, o la otra opción, quieres ir más despacio, lo que se le olvida a los dos minutos y otra vez a empezar.
 Aunque muchas veces le he acompañado en sus caminatas siempre me resistí a aquellas que fueran susceptibles de durar más de dos horas y por terrenos escabrosos. Pero una se hace mayor , va perdiendo los principios, el corazón le puede, y termina cediendo a invitaciones indecentes que nunca debió aceptar.

- Me gustaría bajar el Barranco de  Afur contigo y los niños. Lo haremos despacio.
Un bocadillo tal como en un tebeo de Mortadelo se coloca sobre mi cabeza; " ¿Barranco? ¿Abandonar el asfalto? ¿ Sin tacones? ".
- ¿Cuánto tardas tú en hacerlo?
- A mi paso ( zancadas, lo dicho) bajo en una media hora y subo en aproximadamente cincuenta minutos.
Saco rápidamente mi calculadora de pasos  y eso puede  ser para mí,  una hora larga en bajar y dos horas y cuarto en subir. Uff, se me pasa del presupuesto de pasos a que estoy acostumbrada.

-¿ Hay un buen camino o mucha roca?
Pregunta tonta por mi parte tratándose del Macizo de Anaga, la misma palabra lo dice, macizo. Estoy flaqueando, abriendo una puerta a la posibilidad,  lo que un pateador capta enseguida  para caer sobre la presa.
- La última vez que lo bajé , en el camino había un grupo que llevaba a una niña de cinco años, y bajaba bien.

Ya estoy perdida, ¿ cómo digo que no  si lo bajaba una niña de cinco años y el doce de julio haré cuarenta y siete ? .
- Vale, pero te aviso, a mi paso.
- Sí sí.

Y llegó el momento, ayer, un día perfecto, cálido pero sin un sol abrazador.
 Algo de dialogo y preparativos  antes de partir:
- Mamá voy a llevar los walkie-talkie, uno tú y uno yo, así estaremos en contacto si te quedas atrás.
- No pienso quedarme atrás, Papá lo prometió, a mi paso.
- Vale, pero yo los llevo.

Unas horas después:
- Madre llamando a hijo, madre llamando a hijo, cambio.
- Aquí hijo para madre, cambio.
-¿ Algún atisbo de padre ?, cambio.
- Padre pregunta si estas en pie, cambio.
- Sí, cambio.
- Entonces seguimos, cambio y corto.
Esto no quedará así, yo llevo los bocadillos. Maliciosamente, pero sola atrás, sonrío. Y echo de menos el asfalto.

Estaba escrito: "  Te caerás,  y  después encontrarás en el camino una rama curva  a modo de bastón  para poder terminar la última hora del camino de regreso ".

Y aquí estoy, sentada, con mi pie derecho espántosamente hinchado sobre un mullido cojín, siendo el blanco de todos los cuidados y atenciones. Igual no estuvo tan mal.


Nota: Fue un día estupendo en un lugar precioso que recomiendo conocer. Ah, y no dejar la cámara olvidada sobre la mesa del salón.






Nota II: Todas las imágenes han sido tomadas de la red.
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