viernes, 8 de enero de 2010

Isabel y los cubiertos



Todo le sabía a poco, incluso después de estar saciada sus papilas gustativas seguían buscando algún sabor. Sentía la necesidad de masticar , de saborear, incluso de oler todo aquello que podía tragar.
Tan sólo unos momentos antes había abandonado aquella cafetería en la que merendó una taza de café con leche y dos trozos de tarta de manzana, y ahora que iba de camino a casa, no podía alejar de su mente la imagen de aquella sopa de marisco que su madre preparó para el almuerzo, hasta era posible que aún quedara un poco de pastel de carne, eso, si no llegó antes alguno de sus hermanos.
Aún le quedaba casi media hora de trayecto para llegar a casa, era martes, y su hermano Marcos los martes llegaba siempre antes que ella, tal vez si llamaba podría pedir que le guardaran una pequeña ración.

Aparcó el coche en el garaje y entró, estaba de suerte, Marcos  no había llegado y no oyó a su madre trasteando en el cuarto de planchar. Saludó de lejos y no hubo respuesta. Se lavó las manos, colgó el abrigo y empezó a prepararse la comida.
Puso a calentar un plato de sopa en el microondas mientras troceaba el pastel de carne , lo comería frío como tanto le gustaba. Llevó los platos a la mesa, cogió una servilleta y fue a por los cubiertos.
El cajón de los cubiertos estaba vacío. Miró la sopa, se le enfriaría.  Tal vez aguantara un poco más, seguiría buscando.
De nuevo ante el cajón de los cubiertos no daba crédito a lo que veía, ni una sola cuchara, ni un tenedor, no había cuchillos. Miró en el fregadero, nada. Rebuzcó en cada cajón , abrió los armarios y cuando ya no pudo más gritó ; -¿ dónde están los cubiertos ?.
Volvió la mirada hacía la mesa, la sopa ya estaría fría. Y deseaba comer aquel pastel.
Todo parecía una burla, le habían escondido los cubiertos, siempre estaban bromeando con que su apetito no era otra cosa que gula, no entendían que simplemente le gustaba disfrutar de la comida. Intentó calmarse. ¿ Y por qué no había llegado Marcos, normalmente lo hacía a esta hora?.
Sólo podía ser una broma, sabían que igual que le gustaba comer no soportaba tocar la comida con las manos. Estaba harta, lo suyo no era gula, sólo era una amante de la buena comida.
No se saldrían con la suya, cogería su abrigo y bajaría al bar de la esquina para pedir prestados unos cubiertos. No se reirían de ella.

- Isabel, Isabel.
No había terminado de ponerse el abrigo cuando oyó como su madre la llamaba, se volvió sorprendida.
-Isabel, Isabel hija, despierta, debes estar muy cansada, te has quedado dormida en el sofá. Ya tienes la comida en la mesa. No tardes o se enfriará.
Abrió los ojos y se sintió bañada en sudor. Se levantó y caminó hasta el cajón de los cubiertos. Allí estaban, como sonriendo. Pensó que ya era hora de aceptarse a si misma. Se sentó en la mesa y devoró la comida que su madre le había preparado.
- Quiero repetir, dijo mirando fijamente a su madre.
- ¿ Sabes cómo se llama eso , hija ?
- Sí mamá, gula.

Nota: la imagen pertenece a la página del diseñador  Seongyong Lee .

9 comentarios:

  1. jaja, creo que de eso ha habido mucho en muchas casas estas pasadas navidades.
    Para el que le guste comer, la falta de cubierttos realmente tiene que ser una pesadilla aunque fíjate, antes comían con los dedos....
    Besos y buen provecho.

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  2. Pero todo, todo.
    Yo tengo que hacer propósito de enmienda con mi excesivo y desordenado apetito, o sea, gula.
    El Postman dice que soy como una concretera (hormigonera)que todo me gusta para chascar y tragar.

    Arantza, mi hijo Sergio siente debilidad por comer casi todo con las manos, disfruta mucho con ese tacto antes de saborearlo, yo siempre le digo que habría sido un buen comensal en la Edad Media, en aquellos banquetes de trocear la carne con las manos y comerla a mordiscos, o las uvas directamente del racimo.O en algunos paises asiáticos donde es costumbre.
    Da gusto verle comer, le habré pasado el gen concretero ;)

    Besos

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  3. Me ha encantado esta entrada, Yosusan. Me hace pensar en otras "angustias" que experimentamos cuando, de repente no encontramos esas cosas tan cotidianas que tienen que estar ahí, a mano, siempre y como nos descolocamos cuando se nos rompe la rutina.
    Me parece estar viendo a los cubiertos guiñando un ojo de complicidad.
    Un saludo.

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  4. No me canso de dar las gracias a mamá por seguir alimentándonos tan rico ... si no hay cubiertos, los pinta! Cuánta generosidad! Muacc

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  5. Un relato de lo más simpático. Ya pensaba yo que la madre se había fugado... Un abrazo muy fuerte.

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  6. Yo no sé si te había felicitado el año, y a estas alturas, es de recibo.

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  7. Quedo felicitada, Raúl. Muchas gracias.

    Un saludo

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  8. Hay personas a las que les gusta comer, creo que tienen suerte, yo casi nunca tengo apetito, pero cuando como con ganas es un gran placer. Todo sería estupendo en la justa medida, pero qué difícil es.
    Besos.

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